jueves, 23 de mayo de 2013

De apocalipsis y Eco

Son realmete escasas y precarias las ocasiones en que he tenido algún acercamiento a Umberto Eco, a su trabajo, me refiero. No resulta sorprendente que mi encuentro con la obra de Eco no haya sido por interés propio o por simples vicisitudes de la vida, sino por deberes escolares... es más que entendible. Asimismo, tampoco debería sorprender el saber que fue mínima la fracción de los textos de Eco la que tuve oportunidad de conocer.

No quisiera entrar en digresiones, por ello, en primer lugar, aclaro que lo único que podría trabajar respecto a Umberto Eco, es la introducción a su libro "Apocalípticos e integrados". No creo que sea parte considerable de su obra, pero me es, por lo pronto, suficiente para abordar lo sustancial de este texto.

En primer lugar, el autor hace la aclaración de que la categorización en "apocalípticos" e "integrados" es insuficiente, a lo que me permito comentar que me parece realmente absurdo el hecho de generalizar, y me lo parece aún más, hacerlo en únicamente dos grupos totalmente opuestos y hasta cierto punto, incongruente. Para mí, "apocalipsis" e "integración" son palabras que no guardan una relación de antonimia.

Basta con continuar leyendo un par de páginas más para saber a lo que se refieren estos calificativos. Por un lado, están los apocalípticos, que serían los que muestran un repudio hacia la "cultura de masas"; y los integrados, aquellos que ven en la industria cultural, un avance antes que un retroceso. Es aquí donde me gustaría hacer una pausa para pensar más detenidamente en estas posturas y en si es posible, adoptar enteramente una.

Los apocalípticos podrían estar hablando de una "privatización de la cultura", lo cual resulta imposible, pues la cultura es algo inherente a la sociedad. No obstante, creo que estamos sino malentendiendo, sí difiriendo en cuanto a la construcción del concepto "cultura". Podría estar siendo entendida, como es mi caso, como todos los patrones de conducta, convivencia y modos de vida que adopta una sociedad; o bien, como -creo que- es entendida por los partidarios del apocalipsis, como el "conocimiento culto", es decir, hablar de literatura, música, pintura, etc. como si estuviesen dirigidos únicamete a personas letradas, doctas o refinadas que, según esta postura, serían los únicos capaces de entenderlo.

Podría ser que esta postura tuviera fundamentos correctos. Siendo así, ¿quiénes son esas personas dignas de recibir el conocimiento, y quiénes no lo son? Seguramente la elite en el poder sería la única con acceso a la cultura y la única, además, con jurisdicción sobre la distribución de la cultura... me aventuro a decir que se volvería una mafia y por ende, no sería un sistema funcional.

Los integrados, opuestamente, defienden esta difusión del "conocimiento culto" y lo hacen ver como una oportunidad de que, integrantes de las clases menos favorecidas, puedan tener acceso a materiales que, si no fuera gracias a los medios masivos de comunicación, les serían enteramente desconocidos. Bien es cierto que la reproducción desemboca en la popularización, la vulgarización, pero debieramos priorizar y decidir qué es lo más importante en ello: ¿respetar el valor de una obra o el hecho de estar educando a las masas populares a través de lo único a lo que es seguro que puedan acceder (los medios)?

Umberto Eco dice que hay que tomar una postura, yo difiero con él. No por el hecho de tener una posición, sino por la reductibilidad de la sociedad en dos bloques antagónicos. Aunque no esté de acuerdo, tampoco me es posible dar una respuesta cargada de verdad absoluta, pero me permito plantear la posibilidad de ubicarnos en un punto intermedio entre ambos y tratar de ser flexibles: escuchar, pero no creer todo lo que los medios ofertan; asimismo, ser críticos, pero también sugerir alternativas de solución.

Sé que puede parecer cuestión de sentido común y que habrá quienes difieran con mi perspectiva; por ello, el libro completo está disponible aquí.

Rosa

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